DE "TODO EL MUNDO VIENE A RICK´S" (1940) A "CASABLANCA" (1942). La asombrosa historia del guión (I).

Se cumplen 75 años del estreno nacional de Casablanca y en nuestro blog queremos celebrarlo a lo grande con una serie de entradas sobre la película. Aunque parece que todo está ya dicho sobre ella, tenemos la atrevida pretensión de contarlo de otro modo, dejando lo cinematográfico en un segundo plano para dar prioridad a los interesantísimos aspectos políticos, sociales y culturales que la rodean y así poder contextualizarla mejor. Para ello, vamos a mezclar antropología, historia, cine, teoría literaria y hasta la investigación documental. Todo lo necesario para transmitiros los secretos de la magia y el misterio imborrables de este gran filme. Esperamos que disfrutéis del viaje tanto como lo hemos hecho nosotros.

La asombrosa historia del guión de Casablanca. Nace la idea.


Murray Burnett

Si los lectores desconocen que Casablanca está basada en una obra de teatro, Todo el mundo viene a Rick´s, que nadie se apure. Ingrid Bergman, que será eternamente recordada por su interpretación en la película, tampoco llegó a saberlo hasta 30 años después. La historia comienza en 1938, cuando Murray Burnett (1910-1997), un joven profesor norteamericano de secundaria, recibe una herencia de 10.000 $ y decide gastarla con su esposa en el típico viaje de Grand Tour por Europa. Pero esas idílicas perspectivas se esfuman por la fuerza de los acontecimientos históricos. Acaba de producirse la Anschluss, la Anexión de Austria, el 12 de marzo de 1938 y, cuando los Burnett visitan Bélgica, donde ella tiene unos parientes, estos les piden que acudan a Viena para ayudar a unos familiares judíos a sacar dinero del país. La desbandada de refugiados en Europa es ya imparable y el clima antisemita está alcanzando cotas muy preocupantes, hasta el punto de que en el consulado les advierten que no podrán hacer nada por ellos si tienen algún problema. En Austria se ven obligados a lucir una banderita norteamericana en la solapa a modo de identificación protectora pero ello no les pone a resguardo de las humillaciones que, a diario, sufren los judíos europeos. Burnett toma entonces plena consciencia de la enorme opresión que supone el nazismo en las vidas de millones de ciudadanos inocentes y comprende que toda neutralidad, como la de Estados Unidos, es un error fatal. Pero en ese itinerario tormentoso hay un momento realmente feliz. En el camino de vuelta, unos amigos llevan a la pareja a un local nocturno en la Riviera francesa, Le Kat Ferrat, en Juan-les-Pines, cerca de Antibes. Burnett se queda absolutamente prendado del ambiente cosmopolita del local, repleto de gentes de todas las nacionalidades, donde un pianista de color ameniza al variopinto público. Allí mismo se le ocurre que ese podría ser el decorado perfecto para una obra de teatro. 
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De vuelta en Nueva York, entra en contacto con Joan Alison (1902-1992), una rica y sofisticada mujer, diez años mayor que él, con la que más tarde contraería segundas nupcias. Joan tiene amistades en el mundo teatral y le ayuda a escribir su primer drama. Everybody comes to Rick´s sería su segundo proyecto juntos, y el título de la obra de teatro logra colarse en la película a través de las palabras de presentación del Capitán Renault, en funciones de coro griego. Burnett escribía la obra mientras que Alison revisaba y aportaba ideas, algunas verdaderamente tan fundamentales como la de los salvoconductos. En su compañera de escritura se inspira también la figura de Louis Meredith, la femme fatale norteamericana que enamora a Rick pero que, en el filme, se transforma en la atormentada Ilsa, incapaz de elegir entre los dos héroes.
El rapto de Europa
El lapso de tiempo que transcurre entre el viaje a Europa en 1938 y la primavera 1940, momento este en que, en solo seis semanas, Burnett y Alison escriben la obra de teatro, es verdaderamente trascendental porque, en el ínterin, se produjeron grandes cambios en la situación europea. Principalmente, la ocupación alemana de Checoslovaquia en marzo de 1939, lo que hizo que el Presidente Emil Hácha se exiliase a Londres. Allí se organizó rápidamente una activa resistencia bajo la dirección de Edvard Benes. Su acción más contundente sería la temeraria Operación Antropoide con la que, en mayo de 1942, consiguieron acabar con la vida del poderoso jerarca nazi Reinhart Heydrich, conocido como "El carnicero de Praga".
Esa visibilidad del conflicto checo antes de la guerra justificó la presencia, en la obra de teatro, de Victor Laszlo, un magnate de la prensa al que los nazis pretenden confiscar su inmensa fortuna en represalia por haber publicado propaganda antigermánica. Aunque en la película Laszlo se transmuta en un líder de la resistencia, se sigue aludiendo a su papel de agitador propagandístico en la prensa de su país.
París, un destino que gusta a todos
Otro acontecimiento crucial que, sin duda, debió de constituir el detonante final para la obra teatral, fue la invasión de Francia por la Wehrmach. El 14 de junio de 1940 cae París, evento traumático que se evoca en el famoso flashback de la película. El mismo día, el General De Gaulle, Vice-ministro de Defensa, se refugió en el Reino Unido. Tras la firma del Armisticio, los alemanes ocuparon el norte de Francia (región que comprendía París y la zona atlántica- estratégica para asediar Inglaterra-, que representaba el 60 por ciento del territorio) y anexionaron una zona históricamente germanizada, Alsacia-Lorena. El resto del territorio, la (irónicamente) denominada Zona Libre, que incluía el sur de Francia y las posesiones coloniales en África, quedó en manos del mariscal Pétain, un héroe de la Primera Guerra Mundial. La sede de su gobierno se instaló provisionalmente en Vichy, una conocida ciudad balneario en Auvernia. En realidad, el denominado "Estado francés", -que supuso una ruptura de la III República-, fue un gobierno títere de los alemanes (disponía de ejército pero no de armamento pesado), organizado bajo consignas propias del nacionalcatolicismo: "Travail, Familie, Patrie". Y, no lo olvidemos, fueron copartícipes de la persecución antisemita en su territorio. Hubo un millón de colaboracionistas frente a otros tantos resistentes, un dato muy a tener en cuenta para comprender la mentalidad humana en tiempos de guerra. El resto, el 95 por ciento de la población francesa, se quedó en el ambiguo limbo del no sabe/no contesta. Estos importantísimos cambios en la geopolítica europea, que debían de verse con preocupación en el país que se adjudica el papel de guardián último de las libertades en el mundo, seguramente determinaron que Burnett y Alison, por aquel entonces ya casados, se precipitasen a escribir la obra de teatro. Primero pensaron en situar la acción en Lisboa, la escala última, intermediaria entre Europa y Estados Unidos, pero luego la trasladaron a Casablanca. Aunque Burnett carecía de información de primera mano sobre este lugar porque en su viaje no llegó a estar allí, ese desplazamiento del escenario permitió plasmar muy gráficamente el imparable avance de los tentáculos nazis más allá de los límites del Viejo Mundo.
El guión de Casablanca. Un patchwork a siete manos.
Cuando leemos que el script de la película se debe a siete guionistas, al principio resulta un tanto difícil entender la intensidad y complejidad de su trabajo dado que, en la obra teatral, ya estaban presentes los elementos más efectistas de la historia, inclusive la inolvidable canción "As Time Goes By". La obra se desarrolla en los primeros meses del Régimen de Vichy. Rick Blaine es el dueño de un conocido café en Casablanca, capital del Marruecos francés. Rick, divorciado y con dos hijos, había sido un prestigioso abogado criminalista en París. Allí conoció, años atrás, a la seductora Louis Meredith,- un personaje bien distinto de la Ilsa del filme-, que se convirtió en su amante. Guillermo Ugarte llega al café y entrega a Rick unos salvoconductos destinados a Victor Laszlo, un millonario checoslovaco, y su esposa. Rick apuesta 5000 francos con el capitán italiano Rinaldo (en la película, Renault) a que Laszlo conseguirá escapar de los nazis, comandados por el joven capitán Strasser, nuevo agente del consulado alemán. Este exige a Rick que no interfiera en la operación para atrapar a su enemigo. 
Por su lado, Martínez, dueño del Blue Parrot Bar (el Signor Ferrari en la película) intenta sin éxito contratar para su negocio al pianista Sam the Rabbit, viejo amigo de Rick. Finalmente, Victor y Louis hacen una deslumbrante aparición en el café de este exhibiendo su belleza, fortuna y elegancia. Ella reconoce a Sam, a quien pide que toque la melodía que le recuerda los buenos tiempos en París. Los acordes atraen a Rick, que entrega a su ex-amante la llave de su apartamento. Después se queda solo bebiendo para espantar los agridulces recuerdos que le evoca aquella música. Tal como Rick esperaba, Louis acude pero le reprocha cuán distinto es del idealista de antaño. Él achaca su amargura a la traición de ella en 1935 (hay, pues, cinco años de diferencia, mientras que sólo uno en la película, lo que hace menos verosímil el fuerte cambio de personalidad de Rick). Pero, como todavía la ama, le propone viajar a América con los salvoconductos. Ella le pide tiempo para explicarlo primero a Laszlo, porque se siente en deuda moral con él pero Rinaldo/Renault le avisa de que ella lo está manipulando para obtener los salvoconductos. 
En el café de Rick, los alemanes obligan a Sam a tocar el himno nazi pero Laszlo ordena que interpreten la Marsellesa. Rick ayuda al esposo de Annina, una joven búlgara, a obtener el dinero que preciso para las visas, burlando los inmorales planes de Rinaldo. Se produce una pelea, lo que motiva que el local sea clausurado. 
En el tercer acto, los Laszlo acuden al café a recoger los salvoconductos y, aunque Louis insiste en que desea quedarse en Casablanca con Rick, este no lo acepta. Rinaldo propone entregar uno de los salvoconductos al matrimonio búlgaro y detener a Victor pero Rick ayuda a escapar a los Laszlo apuntando al policía. La obra termina cuando los alemanes entran en el café a arrestar a Rick.
Hollywood entra en escena
Durante más de un año, Burnett y Alison intentaron que la obra se estrenase en Broadway pero lo impidió  la mojigatería de la censura, debido al explícito comercio sexual con los visados y el manifiesto adulterio que cometían los protagonistas en París. Sin embargo, Irene Lee, la directora de guiones de la Warner Bros., vio grandes posibilidades en el texto. De hecho, el analista de la compañía hizo este atinado comentario: "Excelente melodrama. Escenario exótico y de gran actualidad. Atmósfera de suspense con conflicto físico y psicológico. Una trama intensa y un sofisticado romance". Y podemos preguntarnos qué había cambiado tanto, desde junio de 1940, para despertar esa respuesta entusiasta frente el fracaso previo de los autores en busca de un productor. Muy pocos días antes de que la Warner adquiriese el inédito guión por una elevada suma, el 7 de diciembre de 1941, Japón había atacado Pearl Harbour, lo que desencadenó que Estados Unidos entrase, por fin, en la contienda mundial. Frente a su tradicional postura aislacionista, el gobierno de Roosevelt llamó a toda la nación, y muy especialmente a la industria cinematográfica, a colaborar intensamente en el esfuerzo bélico. 

 Es muy interesante examinar qué había sucedido hasta entonces en el mundo del celuloide. El productor Hal B. Wallis y los dueños de la Warner, judíos emigrados a USA, sabedores de las atrocidades que estaban llevando a cabo los alemanes, ya abandonaron sus negocios en Alemania en una fecha tan temprana como 1934 y, a través de la Liga Antinazi, desarrollaron en sus producciones una activa política de denuncia. Por contra, los otros grandes estudios solo renunciaron a la lucrativa distribución cinematográfica en Europa, a la fuerza, con el inicio de la guerra en 1939. También el gobierno de Roosevelt había mantenido una reprobable neutralidad, haciendo lo posible para no ofender a Alemania, e incluso miraba con desagrado la resistencia de De Gaulle. Solo tardíamente se prestaron a sostener la causa aliada, de manera indirecta, mediante la Ley de Préstamo y Arriendo de 1941, por la cual proporcionaban armamento a pagar o devolver después de la guerra. Pero en 1942, por fin, sonó la hora del compromiso más directo y la Warner estuvo allí para plasmarlo como tema central de Casablanca. La película vio la luz en el momento histórico más adecuado, porque antes habría resultado inoportuna para la postura oficial del gobierno, como sucedió con El gran dictador (1940) de Charles Chaplin o El sargento York (1941) de Howard Hawks, que se consideraron una amenaza para la neutralidad del país. Rick simbolizó ese paso adelante de la América solidaria con Europa y lo hizo, significativamente, justo unos días antes del ataque japonés, detalle de gran relevancia, como luego explicaremos.
Hasta el verano de 1942, mientras se elaboraba el guión y se rodaba la película a trompicones, los aliados todavía se enfrentaban a un difícil escenario en Europa y el público necesitaba grandes dosis de optimismo para confiar en la victoria final, entonces todavía muy incierta. En Libia, Tobruk había caído en poder de los alemanes que, liderados por un invencible mariscal Rommel, avanzaban imparables hacia El Cairo para adueñarse del estratégico Canal de Suez. Los británicos, comandados por el General Montgomery, consiguieron detener su potente ofensiva a solo 100 km de Alejandría.  Ante los reveses y la incertidumbre de la situación era preciso insuflar un mensaje de ánimo y esperanza y es por ello que el espíritu patriótico se filtra de forma sutil pero muy perceptible por los intersticios del filme. Pero al final del año, cuando por primera vez se exhibió en Nueva York, ya estaban empezando cosecharse los frutos del avance contra las fuerzas del Eje y, más que en ningún otro lugar, en Casablanca. Nunca pudo existir mayor sentido de la oportunidad histórica para ese estreno.
El juego de las metamorfosis
Pero retrocedamos un poco para comprobar cómo aquella obra de teatro, inestrenable pero llena de interesantes hallazgos, se convirtió en uno de los mayores mitos cinematográficos de todos los tiempos. Al haber relatado su contenido, que presenta sensibles variaciones respecto a la película, evitamos la temida acusación de spoiler y, al mismo tiempo, tenemos a la vista los elementos esenciales del guión reescrito incesantemente, hasta el final mismo del rodaje. En ese proceso, excepto Victor Laszlo, los otros tres grandes coprotagonistas -Rick, Ilsa y Renault- experimentaron importantes transformaciones, tanto dirigidas a resaltar el valor moral del sacrificio como a ofrecer un producto rentable para el mercado. A grandes líneas puede decirse que los "chefs" que intervinieron en la preparación del plato aportaron, cada uno, un ingrediente esencial. Pero para describir gráficamente lo que sucedió, también podríamos evocar el cuento de la Bella Durmiente, en el que las tres hadas conceden un don a la princesa Aurora por su nacimiento: los ingeniosos gemelos Epstein, el humor; Casey Robinson, el amor; y Howard Koch, uno de los radicales de Hollywood, el inquebrantable compromiso por la libertad. 
Los guionistas Epstein

En el laborioso trabajo de ajustar el argumento a todas las posibilidades de los actores del reparto y a las necesidades del momento histórico, Martínez (dueño del club The Blue Parrot) pasó a ser italiano, Ferrari, al igual que Ugarte, cuyo apellido es vasco. 
A estos personajes con connotaciones negativas se los asoció a una nación enemiga, evitando ofender a los países sudamericanos, en su mayoría neutrales, para no perjudicar las posibilidades de exhibición del filme. Con ello vemos qué sutiles estrategias sociopolíticas subyacen en el mundo del cine bajo detalles aparentemente insignificantes. 
Por el contrario, el capitán italiano Rinaldo se convirtió en el prefecto de la policía francesa Louis Renault, un pícaro de tomo y lomo al que interpreta magistralmente Claude Rains, un actor mayúsculo capaz de hacer simpático a su corrupto personaje y creíble su conversión final a la causa más justa. Finalmente, el joven capitán alemán se transformó en el maduro y sibilino Mayor Strasser, un personaje absolutamente magnético que ejemplifica a la perfección el oscuro carisma del nazismo. 

La Liga antinazi en la Warner Bros.
Merece la pena resaltar que muchísimos de los actores eran, ellos mismos, refugiados europeos en Hollywood, lo que sin duda reforzó el contenido propagandístico del filme y le añadió un toque muy irónico que ahora se nos escapa. Así sucede con el actor que interpretaba a Strasser, el alemán Conrad Veidt, cuya tercera esposa era judía. Impuso en su contrato la condición de interpretar sólo papeles de nazis, lo cual hacía con tanto ahínco que, como recuerda EduardoTorres-Dulce, hasta lo insultaban por la calle. Pero él donaba parte de su sueldo al esfuerzo bélico y se implicó a fondo en la defensa de causas sociales tan avanzadas para aquella época como los derechos de los homosexuales. Por su parte, Paul Henreid, el caballeresco Victor Laszlo, era un refugiado austríaco, al igual que Peter Lorre. Henreid no dudó en romper su lucrativo contrato con la UFA, la cinematografía alemana, en 1938. Sin embargo, en Estados Unidos comenzó realizando papeles de alemán que podían perjudicar su carrera por lo que, aunque no le gustaba el papel un tanto acartonado de Laszlo, por consejo de su agente lo aceptó para afianzar su posición en la meca del cine.Vemos así cuán complicadas eran las relaciones entre realidad y ficción para estos emigrados hollywoodienses.
Laszlo, con la herida del héroe que recuerda la de Harry Potter

Un Peter Lorre de los bajos fondos
Los búlgaros, Jan y Annina, la bellísma Joy Page
Rick castigador con Ivonne y Sacha

Al camarero Carl lo inmortalizó S. Z. Sakall, un judío húngaro, como lo era el propio director Michael Curtiz, que escapó de la revolución de los soviets como el ruso Leonid Kinskey, el simpático camarero Sacha. Helmut Dantine, como Jan Brandel, el esposo búlgaro, había liderado un grupo juvenil antinazi en Viena y acabó en un campo de concentración. Marcel Dalio era Emil el croupier, que huyó a Hollywood tras la caída de Francia. Estaba casado con Madeleine LeBeau, la despechada Ivonne. 
Michael Curtiz con Rick e Ingrid como dama misteriosa


Judío era también el genial compositor Max Steiner. Los hermanos Epstein, los talentosos guionistas que recibieron un Oscar por su trabajo junto con Howard Koch, eran igualmente judíos.  Mientras escribían los diálogos de la película, participaron en el rodaje de un documental propagandístico dirigido por Frank Capra, Por qué luchamos. Y, en el colmo de la paradoja, hasta a los oficiales alemanes los encarnaron actores judíos. Hollywood y, en particular, el plató de rodaje de Casablanca en el verano de 1942, era un microcosmos de la Europa perseguida. Así es fácil de ver que todo, hasta el último detalle, garantizó que los objetivos político-sociales de la película-la denuncia del nazismo y la defensa del compromiso con los pueblos oprimidos- pasasen a un primer plano, aunque sabiamente equilibrados con el amor y el humor más irrepetibles. Hasta el omnipresente productor, Hal B. Wallis, aportó un valioso granito de arena con la imperecedera frase "Louis, presiento que este es el comienzo de una hermosa amistad". Acompañado con las notas de la Marsellesa, el segundo final cierra felizmente la historia del sacrificio y redención de Rick, eludiendo el mensaje pesimista de la obra de teatro. Y ello, además, rodeado de un potente simbolismo: en un espacio abierto, el aeropuerto, en el que presenciamos tanto a Rick/America derrotando a Strasser/Alemania como el vuelo de Laszlo e Ilsa en camino hacia un Nuevo Mundo mientras que, rodeados por la sugestiva niebla, el héroe redimido retorna junto a Renault a su lucha por las libertades. 



Fuentes consultadas para el proyecto en su conjunto:
-Alsina Thevenet, Homero: Historias de películas (pocket). Ed. El cuenco de plata, 2001.
-Augé, Marc: Casablanca. Gedisa, 2009.
-Biral, Robert L.: "The American Hero-Quester". Yale-New Haven Teachers Institute. 2018. Web.1-3-2018.
-Crampton, Jeremy W.: “Maps as social constructions: power, communication and visualization”. Papers in Human Geography, 2001.
-Conley, Tom: Cartographic Cinema. University of Minnesota Press, 2007.
-Eco, Umberto: “Casablanca: Cult Movies and Intertextuality”. Sub State, vol.14, N. 2. Issue 47, University of Wisconsin Press.
-Fidalgo, Miguel: Michael Curtiz. Bajo la sombra de Casablanca. T &B Editores, 2009.
-García Lorenzo, María M.: “La transculturalidad del mito artúrico”. En Tejiendo el mito. UNED, 2012.
-García Lorenzo, María M., y Zamorano, Ana I.: Modern and Contemporary American Literature. UNED, 2011.
-González Arroyave, Juan Carlos: Elogio de lo imperfecto. El cine de Billy Wilder. Universidad de Antioquía, 2008.
-Harley, J.B.: “Deconstructing the Map”. Cartographica, 1989.
-Harmetz, Aljean: The making of Casablanca. Bogart, Bergman, and World Ward II. Hyperion, 2002.
-Lupack, Alan, y Barbara Tepa: King Arthur in America. D.S. Brewer, 2001.
-Mauk, David, y Oakland, John: American Civilization. An Introduction. Routledge, 2014.
-Piñero Gil, Eulalia: “París era una Mujer: Gertrude Stein, las expatriadas y la eclosión de las artes”.Web. 9-3-2018.
-Sanchez Meca, Diego: Modernidad y romanticismoPara una genealogía de la modernidad. Tecnos, 2013.
-Spoto, Donald: Notorious. The Life of Ingrid Bergman. Harper Collins, 1998.
-Tubau, Daniel: El espectador es el protagonista. Alba Editorial, 2015.
-VV. AA: Casablanca: 75 años de leyenda. Notorious ed., 2017.
-Casablanca (film). Wikipedia. Web. 28-2-2018.
-Casablanca. Wikipedia. Web.27-3-2018.
-Protectorado español en Marruecos. Wikipedia. Web. 27-3-2018.


Recursos audiovisuales:
-Casablanca (1942). Blu-ray. Warner Bros., 2014.
-Cinco tumbas al Cairo (1942). Suevia Films, 2006.
-Casablanca (1942) en la memoria. Entrevista a José Losada.
-Casablanca revisitada. 1992. Jose Luis Garci.
-Viajamos…Porque la vida es una tómbola. Entrevista a Eduardo Torres-Dulce. Viaje al centro de la noche. Radio Nacional. 23-12-2017.

B y JosedaVinci  https://www.instagram.com/joseda_vinci/
Como las restantes entradas de la serie, el proyecto está dedicado a mis queridas amigas María Laso González y Josefina Buendía Maturana. Con reconocimiento y gratitud.



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