TORNARRATOS


JOSÉ LOSADA


En una conferencia pronunciada en la Universidad Belgrano de Buenos Aires, Jorge Luis Borges reflexionaba sobre las obras del ingenio humano. A diferencia de otros inventos, que son extensiones del cuerpo (el microscopio, el teléfono, el arado), el libro lo es de la memoria y de la imaginación. De ahí su gran importancia y, ¿por qué no?, la razón de su permanencia a lo largo de los siglos y de su resistencia a ser desplazado  por otras obras humanas.
Esta entrada comenzará como homenaje a un libro que me acompaña desde hace más de treinta años. Seguidamente pasará a llamar la atención sobre uno de los elementos más reconocidos de la arquitectura tradicional del noroeste de España. Servirá para mostrar la riqueza  de la lengua gallega, con la variedad léxica que atesora para nombrar a los hórreos y a sus distintas partes. Y  terminará con una recopilación de imágenes  que nos mostrarán su uso actual, muy alejado del que tuvieron durante siglos.


A finales de 1985 el Banco Pastor distribuyó entre sus clientes una agenda para el año siguiente, cuya principal particularidad radicaba en que contenía una completa serie de fotografías de estos peculiares graneros, estando acompañada de una breve introducción a cargo de Begoña Bas. La elección del motivo no debe extrañarnos porque en la imagen corporativa de la entidad se utilizaba una construcción de ese tipo realizada con monedas y billetes.

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 La introducción propone al lector que los observe con una nueva mirada, como si los viese por primera vez, con la seguridad de que se admirará con su racionalidad, plasticidad y la enorme variedad de sus tipos. Termina la autora destacando su relación estrecha con el entorno y, especialmente, con otras muestras de la arquitectura popular: molinos, hornos, “cruceiros”, “petos de ánimas”, pajares y palomares.
Puede ser que el motivo de mi interés derivase de que en el Valle de Lemos no existen construcciones de ese tipo. Estaba acostumbrado a ver las mazorcas de maíz atadas en ristras similares a racimos y colgadas en los corredores de las casas. Lamentablemente, no he podido encontrar ninguna fotografía que sirva para ilustrar  lo que digo. Sin embargo, en otras zonas de Galicia, como las Rías Bajas, eran muy abundantes. También recuerdo los numerosos viajes en autobús de Monforte a Santiago, siempre atento para descubrir nuevos ejemplares de hórreos, en algunos casos, de gran antigüedad.
Cuando ahora repaso las páginas de mi libro, compruebo que en 1986 mi cumpleaños cayó en lunes, y cómo las fotografías que acompañaban a las páginas  dedicadas a las semanas y los días de aquel año nos muestran un patrimonio etnológico de primer nivel. Es probable que en la actualidad muchas de ellas ya no puedan ser tomadas.

No pretende esta entrada servir como estudio definitivo de los hórreos. El lector interesado podrá encontrar en la Red blogs y páginas web que satisfagan su curiosidad de forma muy cumplida. No obstante, no me resisto a mostrar imágenes de los diferentes tipos de esas construcciones, siguiendo la clasificación que la misma autora citada con anterioridad  realiza en otro trabajo que se encuentra disponible en internet: “Os nomes galegos dos hórreos e dos seus elementos”:

A. Planta rectangular con un lado alargado.


B. Planta rectangular o circular, cuerpo hecho de ramas entretejidas y cubierta de paja.



C. Planta cuadrada: hórreo asturiano (abunda también en la zona oriental de la provincia de Lugo.


D. De planta casi cuadrada y grandes dimensiones.


E. De planta rectangular que se distinguen de los del grupo primero en que están concebidos como despensa y no como granero.
Lo primero que llama la atención en el artículo de Begoña Bas es que la palabra “hórreo” se considera propia del idioma castellano y no del gallego. En sus trabajos de campo recogió hasta veintiséis palabras distintas para nombrar a la construcción de la que tratamos, algunas muy similares, como “orro” u “horrio”, pero otras propiamente autóctonas y de hermosa sonoridad: “bergueiro”, “cabazo”, “cabaceiro”, “canastro”, “canizo”, “caroceiro”, “celeiro” y “sequeiro”; las dos últimas coinciden con topónimos que conozco.
La riqueza léxica no se detiene ahí, sino que extiende a la denominación de sus diferentes elementos constructivos. La palabra que da título a esta entrada, "tornarratos", nombra  a la parte que, a mi entender, es la más característica de los hórreos y que les confiere su razón de ser. Como su propio nombre indica, sirve para impedir que los roedores accedan al cereal almacenado que servirá para alimentar a personas y ganado durante todo el año. También son dignos de mención los soportes o pies que sirven para separar el alimento de la humedad del suelo. Según estén formados por una columna o un muro estrecho reciben varios nombres: “potro”, “cepa”, “perpiaño”. También los “tornarratos” pueden ser individuales para cada pie o corrido. Cuando están construidos con una losa de piedra se llaman “lousada”.


Otro de los elementos característicos es la existencia de unas aberturas en las paredes cuya finalidad es permitir la ventilación del contenido almacenado y evitar  al mismo tiempo que además del aire entren la lluvia o animales de tamaño regular. El cerramiento exterior puede realizarse en diversos materiales, desde madera o cantería hasta los más modernos, como ladrillos o cemento, y recibe nombres distintos según las comarcas de Galicia en las que se construye: “asento”, “balagusto” o “balaustre”, “barrotes”, “custillas”, “cangos”, “doela”…


Llama la atención la presencia en los extremos de la cubierta de unos remates de los cuales uno suele ser una cruz, mientras que el otro admite una mayor variedad de formas. En la agenda de 1986 figura uno en el que un pájaro de cantería aparece posado en la parte más alta y otro que parece imitar a un campanario. Dependiendo de su forma reciben nombres específicos: “crus”, “cruz”, “remate” “aguión”, “bico”, “fraile” o “lampeón”. Intuyo que junto al valor ornamental que parece evidente, tienen otro simbólico no menos importante que conecta estas construcciones con la cultura popular.


Hasta ahora se ha tratado de los elementos más comunes del hórreo del tipo A (por seguir la clasificación de Begoña Bas en el artículo, que contiene una inmensa riqueza léxica de la que aquí se muestra una pequeña representación). Corresponde a este momento hacer una referencia a otros tipos. El hórreo asturiano, presente como se ha dicho en el este de Galicia, dispone de denominaciones propias acordes con sus particularidades. Su tejado, a cuatro aguas, puede estar hecho de material vegetal o de losas de pizarra: “colmado”, “teitura”, “lousado”. Su planta cuadrada se asienta en vigas de madera, también denominadas “cuadras”. Como no se trata de reproducir exhaustivamente el amplio trabajo que está sirviendo de guía para parte de esta entrada, dejaré constancia de lagunas palabras que para mí tienen una sonoridad especial: “ripia”, “aiguelote”, “bouca”, “pedreito”, “ponticela”, “taolla”, “tuña”, “perillo”…
Recibe el nombre de “cabazo”  o “canastro” el hórreo que sin duda muestra un mayor primitivismo, hasta el punto de que en alguna ocasión  he pensado que se trataba de una especie de fósil etnológico. El autor latino Marco Terencio Varrón, en su obra “De re rustica”, se refiere a la presencia en la Península ibérica (por entonces provincia romana) de unas construcciones peculiares para conservar las cosechas:
“Supra terram granaria in agro quidam sublimia faciunt, ut in Hispania citeriore et in Apulia quidam, quae non solum a lateribus per fenestras, sed etiam subtus a solo ventus refrigerare possit.” (Algunos hacen graneros elevados sobre la tierra en el campo, como en Hispania Citerior y en Apulia, que el viento puede refrescar no sólo por medio de ventanas en las paredes sino también por debajo a través del piso).
 No es aventurado suponer que se pareciesen a los actuales “cabazos”, porque los materiales que los forman estaban ya entonces a disposición de los habitantes de la España prerromana, y lo mismo puede decirse su técnica constructiva.
En los años ochenta del siglo pasado aún pude ver algunos “cabazos” en uso en la pontevedresa comarca del Deza. La cubrición recibe el nombre de “colmo” y su remate superior, “carapucho”. Las ramas entretejidas que forman su cuerpo se llaman “pólas”, “varas” o “corres”. Como muestra de que son antecedente de otras construcciones posteriores, los soportes se llaman  también “pés” y las piezas que van encima de ellos, “tornarratos”.


Antes de seguir con otros aspectos de los hórreos, quisiera dejar testimonio de mi admiración y respeto por la autora del artículo que me ha servido para conocer la enorme riqueza léxica relacionada con esas construcciones y que también intervino en el libro del que he aprendido tanto sobre ellas. No tengo el gusto de conocer a Begoña Bas, pero me consta  que ha realizado  un enorme trabajo de campo que nos permite en la actualidad conocer mejor las construcciones  que se han convertido en uno de los iconos más reconocibles de Galicia.


Hoy en día parece que todas las circunstancias se alían en contra de la pervivencia de los hórreos como parte del proceso de producción agrícola. El abandono de muchas explotaciones  es un hecho,  y también lo es la existencia de otros sistemas de conservación de las cosechas. Sin embargo, no han desaparecido de nuestro paisaje, si bien su anterior funcionalidad ha dejado paso  a otra patrimonial y simbólica que posibilita su conservación, en ocasiones con mero uso ornamental. Así, encontramos hórreos en rotondas, como reclamo  a la entrada de restaurantes o dando un toque  “enxebre” a los jardines de viviendas de alta categoría. No me corresponde juzgar a mí el buen gusto de estos usos aunque, al menos, debe reconocerse que gracias a ellas los hórreos siguen formando parte de nuestro paisaje, lo que Rosalía llamó “a vista dos meus ollos”.

Terminaremos con una miscelánea de imágenes, algunas graciosas, otras patéticas, que nos ayudarán a comprender algunos de los usos  que en la actualidad se dan a los protagonistas de esta entrada.

www.gciencia.com
La Voz de Galicia. 28 de enero de 2017
Monforte de Lemos
La Región, 25 de agosto de 2016




La Voz de Galicia. "Chapuzas gallegas"

La Voz de Galicia. "Chapuzas gallegas"
La Voz de Galicia. "Chapuzas gallegas"

La Voz de Galicia. 12 de abril de 2017


Torrevieja (Alicante)

Comentarios

  1. Estupenda aportación para Tinieblas. La primera vez que fui a Galicia visitamos Combarro, en la costa pontevedresa, una población llena de hórreos. Es una de las cosas más bonitas que recuerda mi memoria.Espero que nadie se lo pierda si va por allí.
    Enhorabuena al autor por su riguroso trabajo y por compartir su profundo conocimiento sobre la materia.A ver con qué maravilla nos sorprende en la próxima ocasión.

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  2. Quería pedir al autor si puede aclarar la cuestión de los dibujos de hórreos que aparecen en un códice de las Cantigas de Alfonso X el Sabio, y también si puede explicar si los trabajos relacionados con el almacenamiento y conservación del maíz es una tarea generizada, es decir, si se atribuye a las mujeres. Lo pregunto porque en las economías rurales tradicionales, muy cargadas de simbolismo, con frecuencia se trasladan las partes del cuerpo del hombre y la mujer a las construcciones o sectores de la casa que les son propios. Es una arquitectura antropomórfica que estudió Marcel Griaule, quizá con bastantes sesgos, respecto a los dogón. Pongo los enlaces de las entradas en este blog:
    -http://anthropotopia.blogspot.com.es/2015/11/la-arquitectura-antropomorfica-de-los.html
    Concretamente se diferencia entre los graneros de hombres y de mujeres:Las casas se encuentran rodeadas de graneros cuadrados o circulares en los que se plasma una rígida división sexual: los graneros más grandes son de los hombres, y de dimensiones más reducidas los de las mujeres. Estos silos son de planta cuadrangular, igualmente de barro, altos y estrechos, con un techo cónico de paja y una pequeña abertura cuadrada cerca del techo más otras dos en la parte inferior. Su tamaño es indicativo de la riqueza de cada aldea. Están formados por ocho postes de madera a veces tallados que sostienen una gruesa techumbre horizontal de paja de mijo. Las puertas de los graneros tienen preciosas cerraduras de madera tallada y se sitúan en la parte alta, cerca del tejado. Los dogón pintan los paneles de las puertas con motivos mitológicos, como el del Nommo que robó un trozo del sol para traer el fuego a los humanos. El granero y todo lo que encierra es la imagen del sistema ordenado de los dogón, y reflejo del movimiento de los órganos internos del cuerpo humano. Éste absorbe y distribuye los alimentos mediante la digestión y la circulación sanguínea, y el granero replica simbólicamente ese modelo en el almacén para las cosechas.
    Aquí hay más fotos de graneros de Mali:http://anthropotopia.blogspot.com.es/2015/11/marcel-griaule-y-la-revision-posmoderna.html

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  3. Un buen y encantador artículo sobre los elementos gallegos, tan ricos en matices etnológicos. Me parece muy oportuna la línea de investigación sobre el género de Encarna, y confieso que no he podido parar de reír al ver "algunos desastres" en los hórreos gallegos!!!

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  4. Efectivamente, en el Monasterio de El Escorial se conserva un códice miniado en una de cuyas ilustraciones se puede ver una construcción similar a lo que hoy conocemos como hórreo. Esta referencia, que se remonta al siglo XIII, se considera como la primera representación que estas construcciones que se conserva. Yendo más allá, algún estudioso la identifica con el hórreo gallego por su forma rectangular, frente a la cuadrada que es propia del asturiano, y aventura que el autor de la imagen pudiera serlo también. Es llamativo también que se inserte en una representación de la ciudad de Jerusalén, tan alejada del paisaje que le es propios.
    La introducción del cultivo de maíz desde América supuso que su conservación tuviese que hacerse en las construcciones objeto de estudio porque su mayor volumen impedía que se hiciese en arcas situadas en el interior de las viviendas, como ocurría con el trigo o el centeno. Me imagino que esto dio lugar a que se extendiese mucho la edificación de hórreos a partir de los siglos XV y XVI.
    Como digo en la entrada, en la comarca de la que provengo no existen hórreos. Sí que recuerdo que la manipulación del maíz, para deshojar las mazorcas y enristrarlas como paso previo a ser puestas a secar en los corredores de las casas (o en el exterior de los hórreos, tal y como se hace en Asturias), era una labor femenina que, además, se realizaba en grupo.

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  5. KFK nos ha dejado este comentario en facebook:
    "Como siempre magnífica entrada, en todas ellas aprendemos algo nuevo de nuestra Galicia. Por muy gallegos que seamos, gracias Pepe por descubrirnos esos detalles que nos pasan inadvertidos".
    Muy agradecidos. Un abrazo.

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