LA FUERZA DE LA SANGRE. LAS CREENCIAS ACERCA DEL PARENTESCO EN EL MUNDO OCCIDENTAL



Todas las sociedades elaboran conjeturas sobre los hechos de la reproducción humana. Algunas de estas narrativas culturales   privilegian el papel de la madre, otras acentúan la intervención del padre y esa elección siempre repercute en la forma de ver la vida de cada pueblo. Examinaremos un caso verdaderamente singular, el de los trobriandeses de Papua, Nueva Guinea, para quienes el padre no realiza ninguna contribución directa a la fecundación. Después volveremos la vista al mundo occidental, para descubrir hasta qué punto nuestra concepción del parentesco también se aparta de la información que nos proporciona la Genética. Lo ilustraremos con  algunos ejemplos tomados de la mitología, la ópera, la literatura y el cine. Al final, podremos ver cómo los cambios sociales y las nuevas tecnologías de la reproducción están forzando un giro en nuestras ideas sobre la familia consanguínea.

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1.- La ideología del parentesco entre los trobriandeses
El archipiélago de las Trobriand debe su nombre al marino francés  que las descubrió en 1783, aunque actualmente se las denomina Islas Kiriwina. Se trata de atolones de coral situados al este de la isla de Nueva Guinea, que forman parte de Melanesia. La isla Trobriand o Kiriwina, que es la mayor del conjunto, está cubierta de selva tropical. Tiene 12.000 habitantes, que practican la agricultura de subsistencia.
Los trobriandeses siempre han suscitado la máxima atención entre los antropólogos, por las singularidades de su sistema social y de sus creencias. Vienen siendo una referencia continua en la disciplina desde que una de sus figuras más señeras, Bronislaw Malinowski (1884-1942), realizó su trabajo de campo entre ellos durante la Primera Guerra Mundial, cuando el territorio pertenecía al imperio británico.  Allí se forjó la antropología moderna, al adquirir su perfil definitivo  la observación participante, como se comenta en http://anthropotopia.blogspot.com.es/2013/06/inventando-la-antropologia-frank.html. Lo que importa destacar aquí son las ideas de los isleños en torno a la consanguinidad (veyola), su teoría folk sobre la relación entre coito y embarazo. Tan fuerte es el peso de su tradición que, todavía hoy, los trobriandeses afirman que los espíritus de su antepasados (baloma) son los que fecundan a las mujeres. Como en un eterno retorno, creen que cuando los humanos mueren, sus espíritus van a vivir a la pequeña isla de Tuma, a diez millas de la Trobriand, donde acceden a una nueva existencia como entes invisibles. Gracias al poder del tótem del clan al que pertenecen (hay cuatro: perro, cerdo, serpiente e iguana), mantienen invariables su sexo y los cargos que ostentaban en vida, y pueden actuar en el mundo de los vivos a través de la magia o  los sueños.
Cuando el espíritu envejece, se baña en el mar y, como las serpientes,  pierde su piel de anciano y se convierte en un embrión (waiwaia). Cuando un baloma hembra lo ve, lo coloca en el útero de una mujer, que queda encinta. Este pueblo, de costumbres sexuales liberales, no defiende la castidad como forma de evitar los embarazos de las jóvenes solteras. Antes bien, lo que les recomiendan es que no se bañen con la marea alta, pues entonces están más expuestas a los “espíritus niños” escondidos en la espuma marina o dentro de las piedras dikupi  que golpean las olas.

Malinowski entre los trobriand

El espíritu reencarnado puede ser masculino o femenino pero siempre proviene de la familia materna. Los trobriandeses se organizan en matrilinajes que, a través de una cadena ininterrumpida de generaciones, ascienden hasta una antepasada remota. Al marido no lo consideran padre, es decir, genitor o engendrador, sino únicamente esposo de la madre. Es por eso que los hijos del matrimonio pertenecen unilateralmente a la descendencia de la madre o genitrix, no a la del varón. Este es solo el padre social (tama), encargado de la guarda y protección del niño. Aun así, los trobriandeses  reconocen una cierta conexión entre sexualidad y embarazo. Por un lado,  creen que el hombre abre el conducto hasta la matriz para que pueda insertarse allí el niño. Por otro, piensan que el semen es el alimento que hace crecer el feto en el vientre materno. Y, finalmente, están persuadidos de que la descendencia se parece solo al marido, no a la madre, y que esa similitud física obedece a que el hombre moldea la forma del feto en el útero durante la cópula.
Para respetar el imperativo de la exogamia, los esposos deben pertenecer a clanes distintos. La madre es quien transmite a la prole la sustancia  espiritual de su tótem (veyola). Como la del padre no coincide con la de sus hijos, se da la paradoja  de que la relación entre padre e hija  no la consideran incestuosa-con el severísimo castigo que ello comportaría-, aunque sí repugnante e impropia.


Para quienes deseen profundizar un poco más, en la adenda que acompaña este artículo se explican otras interesantes particularidades de la organización social de este pueblo. Basta aquí con decir que sus creencias son encuadrables entre las teorías uxorigenéticas (de “uxor”, “esposa” en latín): solo reconocen como relación parental la que existe entre la madre y sus hijos. El padre no tiene para ellos más que una influencia indirecta en el embarazo.

2.- Otras teorías nativas acerca de la procreación
El caso de los trobriandeses es el más extremo entre las teorías uxorigenéticas, aunque no el único. Los Yap de las islas Carolinas, en Micronesia, también atribuyen el poder fecundador a los fantasmas ancestrales. Pero existen muchos más modelos del signo contrario, es decir, que preponderan la aportación masculina. Para los Tikopia de las islas Salomón, en Polinesia, el niño solo comparte la sustancia mística con su padre y no debe nada al cuerpo de la embarazada, si bien creen que una divinidad femenina da forma a los miembros de la criatura. Se trata de una teoría patri- o virigenética (de “vir”, “varón” en latín), que rige igualmente en la cultura de los Sambia o de los Baruya en Nueva Guinea.
Los Baruya

Para los Kachin, del norte de Birmania, los huesos provienen del semen, mientras que las partes blandas se nutren de la sangre y la leche maternal. Como creen que el alma penetra en el cuerpo del recién nacido con la primera respiración, el parto debe producirse  en la casa del progenitor para que se integre en su patrilinaje.
A veces, el lazo parental no se establece con la procreación. Así, entre los Nuer del Sudán o en la China rural, cuando la esposa da a luz a cierto número de hijos, se incorpora al linaje del marido, abandonando el suyo de origen. Con esos partos repetidos creen que la mujer cambia su sustancia vital, haciéndose igual a la del cónyuge y sus descendientes.
Pero la comunicación de sustancias de la madre, del padre o de ambos no es la única posibilidad que barajan estas teorías folk para fundar el parentesco. Para los Foi, del altiplano de Nueva Guinea, se genera  con la residencia compartida durante largo tiempo. De modo similar, los Hua, en la zona oriental de la isla, traban sus vínculos  familiares mediante el trabajo agrícola en comunidad, que forja una solidaridad duradera y difusa.
Un caso interesante de parentesco  nutricional es de los malayos de Pulan Langkawi. El fluido que une a los familiares es la sangre, que ven como una transformación de la leche materna y, por tal razón, esta es la sustancia  primordial para ellos. Quienes beben de los mismos senos, se convierten automáticamente en verdaderos parientes, a los que les está prohibido contraer matrimonio porque, de otro modo, cometerían incesto. Nosotros, en cambio, concedemos al parentesco de leche un valor meramente afectivo. Frente a la sangre o los genes, que conceptuamos como elementos permanentes, asociados al momento crucial de la concepción, el alimento resulta algo circunstancial y accesorio. Aun así, en tiempos no tan lejanos se otorgaba una influencia especial a esa comunión alimenticia entre bebés. La soprano italiana Mirella Freni fue hermana de leche de Luciano Pavarotti. Sus madres habían sido compañeras en la fábrica de cigarros de Módena. La simpática diva recordaba esa hermandad, a medio camino entre lo físico y lo sentimental,  como algo significativo para el devenir de sus carreras profesionales, como si su lactancia común hubiese sido capaz de elevarlos al nivel artístico excelso que ambos compartieron.


3.-Las teorías sobre el parentesco en la historia occidental
Los antiguos griegos sostenían una teoría patrigenética, como fácilmente se aprecia en el mito de Orestes. Su padre, el rey Agamenón de Micenas, ofreció a Ifigenia en sacrificio para que los dioses concedieran vientos propicios a la flota que partía a la guerra de Troya. Clitemnestra nunca perdonó a su esposo ese bárbaro crimen  por lo que, a su vuelta, lo asesinó con la ayuda de su amante Egisto. Entonces fue Orestes quien asumió la obligación de vengar a su padre. Instigadas por la diosa Hera, las Erinias (los romanos las llamaban Furias) persiguieron a Orestes para hacerle pagar la muerte de Clitemnestra.
Orestes perseguido por las Furias
Cuando se refugió en el santuario de Delfos, Apolo lo tomó bajo su protección y le ordenó que se sometiese al juicio de Atenea. La sabia diosa, comprendiendo que la violencia humana solo acarrea más violencia, decidió cambiar el sistema de justicia privada, basada en la vendetta, por el de un jurado formado por “jueces irreprochables”. Como relata Esquilo en la tragedia Las Euménides, Apolo actuó en el juicio como abogado defensor de Orestes. En su descargo adujo que el hijo solo lleva la sangre de su progenitor, no de la madre, de  manera que únicamente a él debe su lealtad. Atenea resolvió el empate del jurado con su voto de calidad en favor de Orestes. Su parcialidad tenía motivos obvios: Zeus se había tragado a Tetis, la madre de Atenea, quien no nació de ninguna mujer sino directamente de la cabeza del dios padre, lo que otorgaba respaldo mitológico al vínculo exclusivo entre el varón y su prole.

Atenea
Esta etnoteoría griega del parentesco adquirió rango científico con Aristóteles. Aplicando los principios de su filosofía hilemórfica, el Estagirita definía a la hembra como pasiva, en cuanto que solo aporta materia inerte para alimentar al feto. Del hombre deriva el movimiento y la forma que le insufla la fuerza vital, y cuyo semen se transforma en sangre. Esa sesgada  teoría aristotélica, que veía a la mujer como un varón incompleto, permeó ampliamente los cimientos de la cultura occidental, legitimando durante muchos siglos los prejuicios patriarcales.

Aristóteles
Ante la falta de los elementos técnicos precisos para investigar las bases biológicas de la procreación, los filósofos y los naturalistas se entregaron a especulaciones que provocaron encendidos debates. Para la teoría preformista, el germen encierra completo al nuevo ser, como un homúnculo en miniatura, ya se encuentre albergado en el óvulo (como defendían los ovistas) o, en la opinión de los animaculistas, en los espermatozoides, los cuales no pudieron verse al microscopio hasta 1677. Como podéis suponer, esas dos versiones de la teoría preformista eran simples actualizaciones, revestidas de un lenguaje científico,  de aquellos modelos nativos sobre el papel unilateral de la madre o el padre en la génesis humana.
Homúnculo
Otra teoría rival era la epigenista, mantenida por el conde de  Buffon (1707-1788) y que defendía una aportación bilateral  o mixta de ambos progenitores al huevo germinal. Más tarde, el científico Francis Galton (1822-1911), primo de Charles Darwin, sustentó una concepción combinante de la herencia biológica, según la cual el parecido con los hijos resultaría  de un promedio estadístico de los caracteres aportados por los padres.
Este era el pensamiento reinante en occidente antes de que se divulgase la teoría de la evolución, la cual quedó incompleta porque Darwin desconocía los mecanismos que rigen la transmisión de los caracteres heredados. Nunca llegó a leer el artículo publicado en 1865 por el monje checo Georg Mendel. Sus pacientes experimentos con plantas de guisantes, en la huerta del convento, le permitieron formular la ley de la herencia alternante.
Mendel
 Hasta principios del siglo XX no se redescubrió aquel innovador ensayo, que dio lugar al nacimiento de la Genética de 1908. Entonces el darwinismo se fusionó con las leyes mendelianas en la teoría sintética de la evolución. Tras describirse la doble hélice en 1953 por Watson y Crick, y con el desciframiento del código genético humano, se abre ante esta ciencia un mundo de infinitas posibilidades. Sin embargo, aunque las instituciones educativas y los medios de comunicación social difunden continuamente los avances alcanzados, algunas de nuestras ideas acerca del parentesco parecen ancladas en  creencias precientíficas, como veremos inmediatamente.

4.-The blood connection
Bajo esta expresión, que los ingleses utilizan para referirse al vínculo de consanguinidad, vamos a dar un rápido repaso a algunos ejemplos en que los lazos de sangre constituyen el motor argumental.
El juicio de Paris
La parte de la historia del príncipe troyano Paris que mejor conocemos comienza con su actuación como juez en el primer concurso de belleza que registran los anales, el que enfrentó a Hera, Atenea y Afrodita, y sigue con el rapto de la bella Helena, la guerra y la destrucción de Troya a manos de los aqueos. Menos conocido resulta que, al nacer Paris, su hermana Casandra profetizó que causaría la destrucción de Troya, por lo que su padre, el rey Príamo,  ordenó que lo mataran. El criado encargado de hacerlo se apiadó del niño, que creció como un sencillo pastor en las montañas. Un buen día abandonó esa vida salvaje y, llegando hasta el palacio real, participó en una competición contra sus hermanos, proclamándose vencedor sobre ellos. El rey Príamo supo reconocer, a través de ese triunfo, la nobleza heredada por el hijo perdido, los lazos de sangre imborrables que siempre salen a la luz. En el folclore y literatura europeos es muy frecuente este mitema, el del hijo o los hermanos, sobre todo gemelos, que son abandonados o separados para reencontrarse mucho tiempo después, entre sí y/o con los verdaderos padres. Más que la capacidad que tienen los miembros de familias rotas para reconocerse, aunque nunca se hayan visto, lo que sorprende en estas historias es que su reencuentro parezca guiado por unas fuerzas ocultas que, como las leyes de la gravitación, los atraen irresistiblemente por más lejos que se encuentren. Es la conexión misteriosa de la sangre, la blood connection a que antes se aludía.
Verdi
Otro caso inconfundible de la mística de la sangre es Il Trovatore de Giuseppe Verdi, ópera estrenada en 1853. Basada en un drama del romanticismo español, narra la incansable rivalidad entre el Conde de Luna y el trovador Manrico, enfrentados  por el amor de la hermosa Leonor. Ambos ignoran que son hermanos. De pequeño, Manrico fue robado por una gitana, con la que vive desde entonces como su hijo, por lo que desconoce su noble cuna. En el acto I, escena 2, Manrico y el Conde luchan en un feroz combate. Cuando el trovador se dispone a matar a su eterno rival, una fuerza superior a su voluntad se lo impide. Solo su madre aparente es capaz de entender la razón: el vínculo imperecedero de la consanguinidad, que actúa aunque los interesados no sean conscientes de su existencia.
En un ejemplo más tardío, la novela Scaramouche (1921) de Rafael Sabatini, se repite ese mismo esquema argumental, que tiene mucha eficacia narrativa en cuanto apela a nuestros sentimientos más básicos, los familiares. Ambientada en la Francia revolucionaria, la obra narra las aventuras del joven André-Louis Moreau, de oscura ascendencia, en su empeño por vengar la muerte de su amigo a manos del despótico señor de La Tour d’Azyr. Cuando los contrincantes se enfrentan en el emocionante duelo final, André, paralizado, no puede matar al hombre que más odia… ¡porque es su hermano!, como averiguamos al final de la historia.

Si recordáis El Padrino I, Michael Corleone, un universitario y héroe de guerra un tanto tímido, se siente bien integrado en su país de acogida. Incluso tiene una novia americana y reniega de las atrocidades de la mafia. Su transformación en un implacable Padrino, digno sucesor de su padre, el legendario Don Vito, solo resulta plausible como respuesta a la llamada de la sangre siciliana, cuando se ve obligado a defender a su familia frente a las rivales. El retorno a la tierra de sus raíces consolida esa radical transformación. Por supuesto, la combinación de sangre y tierra ancestral es la más potente para engendrar mitos, y también la más peligrosa.


Y quién iba a decir que, hasta en una trama argumental de ciencia-ficción, como en la Guerra de las Galaxias, es posible encontrar aquellos mismos conflictos parentales. Tras la muerte de su madre, la princesa Amidala, los gemelos Leia y Luke son separados por decisión de los caballeros Jedi, Yoda y Obi-Wan Kenobi, para evitar que los niños se vean atraídos por el lado oscuro de la Fuerza. La han heredado de su padre, Anakin Skywalker, ya convertido en el siniestro Darth Vader. Como en otro de aquellos folletines  decimonónicos, los gemelos separados acaban encontrándose y se enfrentan con su malvado y oscuro progenitor. Una fuerza  ambigua los atrae y los repele al mismo tiempo.

 La princesa Leia se ve atrapada en un triángulo amoroso entre el noble Luke (con los ecos del tabú del incesto resonando al fondo y añadiendo morbo a la acción) y el descarado Han Solo, por el que no tiene más remedio que decantarse al final. Por su parte, Luke  se horroriza cuando descubre que el odiado Lord Vader  es el padre al que ha idealizado durante tantos años, pero también ante el temor de encontrar dentro de sí, por herencia genética, el poder tentador del mal absoluto al que su padre le pide que se una, hasta el punto de arrojarse al vacío para impedir que lo atrape. Es muy significativo que, cuando Luke duda en aceptar la insoportable verdad de lo que Darth Vader le está revelando, este le pide que reflexione sobre sus sentimientos para reconocer tal paternidad. 
En Toy Story II vemos genialmente parodiada esa mítica escena- no en balde la frase No, yo soy tu padre  ha sido elegida la más famosa de la historia del cine-, cuando una réplica del verdadero Buzz Lightyear, que  no sabe que es un muñeco, descubre que el emperador Zurg es el padre que nunca conoció y se queda con él, jugando al beisbol, para recuperar el tiempo perdido.



Hemos comprobado así cómo este esquema narrativo se viene repitiendo con variantes desde tiempos inmemoriales, reverberando su mensaje ideológico hasta nuestra sociedad tardocapitalista. Seguimos imaginando la consanguinidad como una fuerza muy poderosa, una cadena sutil pero indestructible  que une a padres, hijos y hermanos desde la concepción, que hace que se reencuentren  y se reconozcan, de una forma o de otra, por la identidad  de carácter que les une, y que se mantiene prácticamente inalterada a través de las generaciones. “De casta le viene al galgo” o “De tal palo, tal astilla”, dice expresivamente el refranero español, condensando el saber popular. Los ingleses utilizan un adagio que no tiene equivalencia en nuestra lengua: Blood is thicker than water, que quiere decir que los vínculos de sangre  son los  más fuertes que existen. Se basan en una sustancia biogenética permanente y compartida que determina, como un sello indeleble, la identidad de esos familiares tan próximos y condiciona sus conductas, imponiéndoles una serie de obligaciones y responsabilidades incluso aunque desconozcan  la existencia de los lazos que les unen.
Edipo y la esfinge
Ese es el fundamento de la culpa de Edipo, expuesto al nacer para eludir un oráculo nefasto, que anunciaba que mataría a su padre y se casaría con su madre. Criado  por unos padres adoptivos,  no es consciente de que el airado viajero con el que se tropieza en una encrucijada es su verdadero progenitor, el rey Layo, al que mata en un rapto de furia, rasgo de carácter que une a padre e hijo. Después, Edipo logra adivinar el secreto de la esfinge que está destruyendo Tebas y, en premio, el héroe se casa con la reina viuda, Yocasta, que ignora que es su madre. Cuando descubre la verdad, Edipo se arranca los ojos que no han sabido ver la verdad oculta y parte hacia un destierro autoimpuesto. Tal vez el horror por la culpa de la sangre compartida es lo que ha llevado a los familiares de Ariel Castro, el secuestrador y violador de tres jóvenes en Cleveland, Ohio, a intentar exculparse: No tenemos sangre de monstruo en nuestras venas, han declarado a la prensa.

5.-Ciencia genética versus ideología euroamericana del parentesto
Lo cierto es que las leyes mendelianas absuelven de responsabilidad social por esos crímenes terribles a la atribulada familia Castro. Contra lo que sugiere aquel acervo de valores y creencias milenarias y nuestro sentido común, la sangre o los genes no se transmiten en bloque de generación en generación. Esa es una metáfora que procede del modelo económico de la herencia testamentaria. Los hijos solo comparten la mitad de los genes con cada progenitor, que después se combinan al azar. Se trata, por ello, de una herencia segregante y alternante. No existen mezclas promediadas de rasgos de los antecesores, como afirmaba Galton, sino disyunción y transmisión de genes desvinculados y recombinados entre sí, unos “buenos” y otros “malos”, recesivos o dominantes. Por ello, por contraintuitivo que parezca, los gemelos heterocigóticos (los mellizos) pueden no parecerse entre sí.
Lo peor de nuestra ideología sobre el parentesco, biologista y esencialista, es que establece una jerarquía de valores que puede verse cruelmente desmentida por la realidad de cada concreta familia. Preferimos a los padres genéticos frente a los adoptivos pero, en mi opinión, resulta infinitamente más valiosa una familia sólida con unos padres legales afectuosos, que la convivencia con padres biológicos en un hogar desestructurado y con comportamientos peligrosos para la salud física y psíquica del niño. Ese disvalor que adjudicamos a la filiación adoptiva es causa de innumerables conflictos. No hace tanto tiempo, en nuestra sociedad se consideraba un estigma social para los padres adoptantes, puesto que no habían sido capaces de tener hijos de forma “natural”, y también para los hijos adoptivos, cuyos verdaderos orígenes podían resultar sospechosos. Por el bien de la criatura, se tendía al secretismo, lo que a la larga acababa resultando una fuente de  desajustes.
Como  resalta Adam Kuper,  explicando las revolucionarias ideas de David Schneider acerca del parentesco americano, esas creencias acerca del sacrosanto nexo biológico son las responsables de que, en Estados Unidos, en mucha mayor medida que en Europa, innumerables adultos y adolescentes adoptados inviertan un considerable tiempo y esfuerzo, y grandes cantidades de dinero y de ilusiones, en busca de sus “verdaderos padres”. Lo vemos con frecuencia en las películas: la persona adoptada espera el reconocimiento por parte de su madre biológica, a la que se siente unida por un hilo irrompible. Quiere una explicación de la causa del abandono, el milagro del perdón y la reconciliación. Incluso también volver a vivir con esa madre perdida y rehacer la vida, recuperando los años de ausencia. Con otra delicada problemática judicial añadida, es también el conflicto que late en el asunto de los bebés robados.
Aun con todo el respeto que merecen esas situaciones, me parece necesario potenciar el valor del parentesco por adopción, dejar de verlo como un sucedáneo de menor categoría, algo incluso transitorio hasta que surja la posibilidad de encontrar a la “verdadera familia”. Esas ideas no hacen justicia al enorme afecto e ilusión que invierten los adoptantes. Es un buen antídoto para ello relativizar esa mística de la sangre.
En Poderosa Afrodita (1995) de Woody Allen, el matrimonio protagonista adopta un niño que resulta ser muy inteligente. El padre adoptivo, el propio Allen, cegado por las ideas pseudocientíficas de que venimos hablando, está convencido  de que la madre desconocida ha de ser, forzosamente, una superdotada, así que emprende su búsqueda. Al final, resulta ser una prostituta ingenua que aspira a ser actriz pero solo consigue papelitos en películas porno. Con su habitual mirada irónica y desencantada, el director neoyorquino nos aconseja que nos tomemos un poco menos en serio nuestras ideas cotidianas sobre la herencia biológica. En la familia debe pesar más el amor que los genes.

6.-La influencia de las Nuevas Tecnologías de la Reproducción en la ideología del parentesco occidental.
Nuestra teoría cultural sobre el parentesco tiene una larguísima  historia y una fuerte resistencia al cambio, pues se ha mostrado impermeable en gran medida a los conocimientos científicos modernos. Sin embargo, algunos avances técnicos actuales están consiguiendo minar su solidez. Así sucede con las nuevas tecnologías reproductivas (NTR), que nos obligan a visualizar, como figuras separables, a la madre genética, la que aporta el óvulo, y a la gestante, como ocurre en las maternidades subrogadas o de alquiler. De acuerdo con nuestras categorías tradicionales, ambas son madres biológicas, pero ¿cuál lo es en mayor medida y tiene más derecho sobre la progenie? Estas dudas contribuyen a problematizar aquellas concepciones tan asentadas.
Otras situaciones diversas  se están abriendo camino en el  escenario social, como los hijos de padres del mismo sexo, las familias monoparentales o los padres divorciados que se vuelven a casar y conviven con sus respectivas proles. De acuerdo con la investigación de Helena Ragoné, los implicados adoptan una postura muy activa de impugnación y/o reinterpretación de la ideología tradicional del parentesco, comportamiento que es un ejemplo de lo que en ciencias sociales se denomina “agency”. Se trata de crear lazos que anuden en el corazón a los hijos, de manera análoga a lo que sucede con la descendencia biogenética, fortaleciéndolos con narraciones y “rituales” o recordatorios especiales que simbolizan el amor en el seno de la familia.
Bibliografía consultada:
-Antropología del parentesco y de la familia. Robert Parkin y Linda Stone. Ed. Ramón Areces, 2007.
- Cultura. La versión de los antropólogos. Adam Kuper. Ed. Paidos, 2001.
-Introducción histórica a la antropología del parentesco. Juan Aranzadi Martínez, Ed. Ramón Areces, 2005.



ADENDA: ALGUNAS PECULIARIADES DEL SISTEMA DE PARENTESCO DE LOS TROBRIAND
Para los Trobriand, el incesto es un crimen que produce un horror indescriptible, hasta el punto de que entre hermanas y hermanos existe una actitud ritual de evitación total para impedirlo: tienen prohibido hablarse y mirarse. En cambio, la relación entre los esposos es de gran intimidad y cariño. También el trato entre el padre y los “hijos de su esposa” es muy cordial, mientras que resulta abiertamente hostil entre el hermano de la madre y el sobrino. Como advirtió Levi-Strauss, se da una relación estructural constante de oposición entre los dos pares de vínculos englobados  por ese conjunto de relaciones sociales: hermanos de distinto sexo-esposos; padre e hijo-tío materno y el hijo de la hermana. Cuando en uno de los términos la relación es cálida, la correlativa es fría y distante o incluso marcadamente antagónica. Esta “ley” sincrónica permite a los antropólogos, una vez conocido uno de los términos de una díada, predecir los restantes. Entre los isleños se muestran tan claramente estas parejas de actitudes correlativas, que sirven de patrón de medida para otros pueblos. Así se habla de sociedades tipo Trobriand.
Es muy interesante la institución del avunculado, típica de Oceanía. La palabra proviene del latín “avunculus”, “tío materno”. Para nosotros, esa figura no tiene una relevancia especial en las relaciones parentales básicas, las cuales se limitan al padre, la madre y los hijos y, en su caso, los abuelos. Pero entre los Trobriand quien ejerce la autoridad paterna es el hermano, no el marido de la madre, al que no  consideran progenitor. A ese tío, que no se trata con su madre, le debe obediencia y respeto el hijo. Sus relaciones son tensas, mientras que el afecto se traza en la línea padre-hijo. Este es otro rasgo característico de las sociedades matrilineales, como es el caso de los Trobriand. Radcliffe-Brown correlacionó ese sistema de actitudes con el de clasificación de los parientes o terminología del parentesco, que es una forma de ordenar los vínculos entre los diversos tipos de familiares y clarificar los derechos y deberes anejos a los mismos. El sistema de parentesco entre los trobriandeses se ajusta al tipo Crow. Su nombre se debe a la tribu americana en la que H.L. Morgan lo identificó, y que es propia de los sistemas con matrilinajes. Utiliza un mismo término para referirse a todos los varones y a todas las mujeres del matrilinaje del padre, con independencia de la generación a la que pertenezcan (en cambio, nosotros diferenciamos claramente entre  abuelos, padres, hijos, nietos…) La existencia de un único término de parentesco que los engloba a todos y la común pauta de actuación que comporta para ellos, su rol social respecto de quien los designa así,  refuerzan la unidad de ese linaje. Por el contrario, entre los familiares maternos del hijo sí se diferencian esas generaciones. Los familiares que están predestinados para contraer matrimonio son los primos cruzados, es decir, los hijos de los hermanos de distinto sexo.
En cuanto a las reglas de residencia, las chicas viven con sus padres hasta que se casan. En ese momento se trasladan al barrio donde viven los miembros del subclan del marido, junto a su tío materno. En la infancia, los chicos viven en el barrio de su padre. Durante la adolescencia, van a dormir a la “casa de solteros”, una vivienda que acoge a los jóvenes de todos los subclanes, ubicada en un terreno común, pero no comen allí. Mientras permanecen solteros, trabajan primero en el huerto de su padre y reciben alimentos de su madre. Más tarde, trabajan para el tío materno y es su esposa la que los alimenta. Una vez que se casan, entregan parte de los frutos de su trabajo al marido de su hermana y a su padre (en calidad de marido de la madre). Él, a su vez, recibe regalos del hermano de su esposa y mantiene alianzas con la aldea de su suegro. Esas donaciones cruzadas, a las que se denomina urigubu, tejen una intrincada red de relaciones sociales que sustentan toda la vida de los nativos, cumpliendo las funciones que, para nosotros, lleva a cabo la familia junto a las diversas instituciones locales, regionales o estatales y el mercado.



Comentarios

  1. Debo de reconocer que me marean los sistemas complejos de parentesco, como ese de los Crow.
    Completamente de acuerdo con que debemos desmitificar los "lazos de sangre". Las posibilidades q ha abierto y abrirá en breve la tecnología reproductiva nos irá obligannundo a ello.
    Aunque "lo q con la teta se mama en la mortaja se derrama", acabamos siendo más de donde pacemos q de donde nacemos. A uno le nacen, así q la nación carece de mérito o demérito, uno no merece elogios o desprecios morales por lo q no ha podido elegir ser, por lo q padece.
    Y nunca digas "este cura no es mi padre" ;-)).
    La Trobriand siempre podrá disimular con esa idea tan poética de que el espíritu de un antepasado se acomodó en sus entrañas cuando se bañaba en el mar con la marea alta.
    En cualquier caso, Lorca ya lo sabía, ella lo que quiere es que la moje el río...

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  2. Pedazo artículo, Encarna!!! Me ha encantado. El tema es interesantísimo y bajo mi punto de vista, de mucha gravedad porque es fundamental para el hombre conocer sus orígenes. ¿No es un derecho constitucional saber de dónde se viene? La ciencia aporta efectivamente el dato de los progenitores "de sangre", pero efectivamente, en la vida a veces uno se encuentra más "en familia" con amigos, con padres adoptivos o simplemente con desconocidos que con los propios progenitores. Pero creo que es una pena que los progenitores no lo sean más que como meros "donantes" de células. Me gusta la idea de que la paternidad y la maternidad nos involucran en todo nuestro ser, no solo en un momento y un acto más o menos responsable. Y, por supuesto, a lo largo de la vida uno se va encontrando con más "madres" que las meras progenitoras (o eso me ha pasado a mí) que se involucran en la vida de una, bien siendo mentoras, bien siendo amigas, bien siendo hermanas y se dan y se ofrecen con la misma generosidad que se sobreentiende ha de hacerlo una madre. Y a propósito de hermanas, me he acordado leyendo tu artículo, de "Band of brothers" la serie de Spielberg narrando las peripecias de los paracadaistas en la segunda guerra mundial y cuya hermandad está basada en los lazos que genera la lucha juntos. Muchas gracias, Encarna, interesantísmo!!! Marisa

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  3. Bueno, parecía una misión imposible sintetizar las 1.200 páginas de Antropología del parentesco en tan breve espacio, y con una claridad meridiana, ayudada a demás por el cine, la ópera y la mitología. Un artículo redondo, que plantea cuestiones esenciales para todos nosotros, que vienen a resumirse en nuestro castizo "Y tú, ¿de quién eres?". Respecto a las nuevas cuestiones acerca del parentesco que plantean las nuevas tecnologías, hay un artículo muy interesante- que ya nos tocó trabajar en su momento - de Susan Martha Kahn titulado Óvulos y úteros: los orígenes de la condición judía" en el que repasa la identidad judía: en principio, los judíos son los descendientes de Judá, uno de los doce hijos de Jacob habidos con sus primas cruzadas; esta descendencia es patrilineal, pero con el correr del tiempo, se hizo necesario dar una definición más ajustada de los judíos frente a los gentiles para no mancillar la pureza de la Alianza con Yahvé, y por ello se prescribe el matrimonio endogámico, y la definición de judío como aquella persona "nacida de madre judía", es decir, la "judeidad" es un asunto matrilineal. Y ahí plantea la autora el problema: ¿qué es una madre desde las nuevas tecnologías reproductivas?¿aquella que dona el óvulo?¿Quien lo gesta y lo pare?¿Y si una mujer judía gesta un óvulo de donante no judía? Todas estas cuestiones se solucionan en las clínicas de fertilidad israelíes con las figuras de las maschgichot o inspectoras del derecho hebreo en general o Halakha, consultas a los rabinos allí presentes, pero no por ello han cerrado un interesante debate acerca de nuestras ideas acerca del parentesco.
    Y ahora, tras las reflexiones serias, podemos plantearnos otras más ligeras : ¿qué habría perdido Harry Potter y Hermione sin la lucha de los Malfoi sobre la pureza de sangre de los magos, y su aversión a los muggles - gente corriente, no mágica - y a los "sangre sucia"? Pues los libros de J.K.Rowling habrían quedado bastante reducidos y habrían perdido gran parte de su encanto.
    Y, para terminar, ¿existirían telenovelas larguísimas en las que no hubieran hermanastros, padres que abandonan a sus hijos, hijos que no son de los padres que pensaban, etc.etc.?Yo creo que no.
    Por todo ello, gracias por el enorme esfuerzo que has hecho para aportar claridad en un asunto de tanto calado en la Cultura.

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  4. Encantador artículo, que me gustaría ver algún día compilado, junto con muchos otros, en una monografía tuya sobre Antropología.
    Por añadir algo sobre este fascinante asunto de la llamada de la sangre, se trata de un aspecto clave de la literatura romántica, y el ejemplo más evidente que se me ocurre es el del abyecto hijo de Milady de Winter en la novela de Dumas (¿padre o hijo? Nunca me acuerdo...) "Veinte años después": un vástago que no ha heredado la belleza física de la madre, aunque sí su carácter asesino.
    Felicidades,
    M

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  5. Hace poco se publicó que el gobierno británico iba a promulgar una normativa que permitirá la fecundación in vitro con ADN de tres personas diferentes para evitar los problemas de las enfermedades de transmisión genética que porta la madre. Estas sofisticadas posibilidades hacen más abigarrrado el panorama para averiguar el lazo parental en la forma que se ha entendido tradicionalmente.
    Otra cuestión que quería comentar es la de los padres secundarios. Robert Walker y Mark Flinn han estudiado 128 sociedades de la baja Amazonia y han descubierto que mantienen un concepto de paternidad múltiple que se aproxima al que también existe en algunos lugares de Nueva Guinea o la India. Consideran que un niño tiene diferentes padres biológicos. Como no existen unidades familiares monogámicas sino que las mujeres mantienen relaciones sexuales con distintos hombres del grupo, creen que los niños se forman con las aportaciones sucesivas de semen, de ahí que entiendan que los varones de la comunidad son padres, porque han contribuido a la formación y desarrollo del feto. Esa paternidad múltiple arrastra una responsabilidad de todos en el cuidado de los niños, lo cual representa una ventaja práctica para la subsistencia de los menores. La conclusión del estudio es que, desde la perspectiva de la antropología, resulta cuestionable que el modelo de familia occidental, más rígido, represente la solución óptima para todos los contextos.

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    1. Fijáos hasta dónde llega esto de la fuerza de la sangre, que ahora mismo tendréis en mente el anuncio de cierta marca de detergente donde dicen, "nuestro hijo va todo el día con la bata de médico, y eso le viene de familia, pero es que es blanca y se pone hecha un asco. Menos mal que la lavamos con Ariel, OTRA COSA QUE TAMBIÉN NOS VIENE DE FAMILIA [...]".
      En fin, por frivolizar con la genética, que no quede. La publicidad siempre está dispuesta. Constantemente nos aturden con tradiciones que pasan de padres a hijos y con "lo natural". Saquen sus conclusiones.

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  6. La verdad que esto de la ideología del parentesco funciona como las formas gestálticas o las tridimensionales. Lo mismo te esfuerzas en verla y no le coges el quid y, un buen día, eres capaz de ver el perfil oculto y, entonces, ya lo encuentras en todas partes, porque verdaderamente aparece por todos los rincones, especialmente en el ámbito de las artes y la publicidad, ya que tiene un fuerte valor retórico. Tu acertado comentario acerca del uso publicitario de esa "filosofía" occidental sobre el poder de la sangre-genes así lo confirma. Pero hay algo aún más perverso oculto en todo esto, y me vino a la cabeza viendo Monstruos University, la precuela de la exitosa cinta de animación de Pixar de hace unos años. El caso es que a Mike no lo dejan entrar en la escuela universitaria porque no tiene caché familiar para ello, mientras que Sully tiene el necesario pero lo estropea con su vagancia y con sus bromas. Ambos se quedan fuera pero con opción, formando equipo con otros simpáticos "colgados", de superar sus desventajas y lograr que la institución los acepte. Como se ve en el esquema, el sueño americano condensado: con tu esfuerzo todo es posible, no importa la clase social a la que pertenezcas, vales lo que eres capaz de conseguir, si no eres wasp, por lo menos puedes subir de escalón social...Hasta aquí, la parte positiva y más evidente.Pero ahora viene la parte oscura, que es el motor de infinidad de películas. Por poner algún ejemplo destacado en que sea el centro de la trama, El club de los poetas muertos o, sobre todo, El club de los emperadores: al estudiante que ingresa en una prestigiosa universidad, se le recuerdan inmediatamente los logros conseguidos por su padre y su abuelo, y los que se espera que conseguirá el hijo, y así de generación en generación. Es un método de control social, un medio para forzar que los hijos sigan los pasos de sus padres y mantengan su posición de dominio al más alto nivel. Los padres poderosos se aseguran de que sus hijos estudien en la misma facultad, incluso con los mismos profesores si es posible, para que los mantengan dentro de la senda del saber que es poder. Y es también un método de garantizar la estabilidad social. Los pobres, los extranjeros, siempre que sean emprendedores, pueden adquirir dinero y situarse en un lugar más alto en la escalera social, pero sin desbancar a los que ya están dentro. Por cierto, la "canción" no dice nada de las chicas. Para ellas hay otras ideologías adecuadas a su género.

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  7. Hoy me ha sorprendido una noticia de tribunales que me confirma en la enorme pujanza de la fuerza de la sangre en la cultura occidental: el Tribunal Supremo ha declarado, en una reciente sentencia, que los títulos nobiliarios no se transmiten a los hijos adoptivos sino que lo reciben por preferencia los parientes consanguíneos del difunto. De ese modo, la sangre se considera un factor predominante sobre el grado de parentesco. El hermano del causante resulta así de mejor derecho que el hijo adoptado. Está claro que el derecho al título nobiliario depende, para el Tribunal Supremo, de la existencia de un lazo biológico. Lo que pone de relieve un voto particular es que esa decisión discrimina entre hijos adoptivos y aquellos que tienen una herencia genética, contra el principio constitucional de igualdad.

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  8. Jose Ignacio me ha enviado este comentario con preguntas inicial y final incluidas:

    Desde luego dejas anonadado a cualquiera: tal es el caudal de información y propuestas que manejas a la vez... Hablas del papel del tío materno, ¿no era este mismo personaje el que intervenía en el famoso rito de la covada? Lo mismo estoy equivocado, vete a ver.

    Me has sorprendido con la interpretación en clave de parentesco de la Orestiada, porque la vinculación de Orestes es con su padre y no con su madre. Yo estaba acostumbrado a la interpretación tradicional: un caso de pasión desbordada que conculca las leyes de la naturaleza, la hybris. Agamenón desafía lo establecido sacrificando a su hija para conseguir su propósito: conquistar Troya. Es un crimen. Por tanto, la madre venga el asesinato de su hija y mata a su marido. Orestes se ve compelido a vengar la muerte de su padre pero en la persona de su madre. Es una concatenación de parricidios sacrílegos: de la hija, del esposo, de la madre... Es necesario que Orestes muera para cerrar el círculo infernal y restablecer el equilibrio. Y ahí es donde Esquilo da un quiebro definitivo a la culpa trágica y a la ley antigua. Es necesario salir del círculo de las venganzas de sangre y fundar la sociedad en un orden racional. Este es el tribunal del Areópago, de los ancianos venerables, que es el último refugio de la vida política. Claro que en tiempos de democracia volver los ojos a aquel tribunal ancestral no dejaba de ser un canto a la tradición y el pasado, ¡pero dentro de una tragedia que superaba por fin la culpa trágica! Buen tour de force...

    Por cierto, me he quedado con ganas de conocer la continuación del final:

    Se trata de crear lazos que anuden en el corazón a los hijos, de manera análoga a lo que sucede con la descendencia biogenética, fortaleciéndolos con narraciones y “rituales” o recordatorios especiales que simbolizan el amor en el seno de la familia.

    A cuáles te refieres?
    Bueno, esto último es un work in progress porque se trata de situaciones históricamente muy recientes. Helena Ragone, a la que cito en esta parte de la entrada, se refiere a la cuestión. De momento pueden ser rituales privados, de expresión de cariño o creación de vínculos especiales, como una comida o una fiesta doméstica o con amigos, una referencia solo personal a través de un símbolo compartido, pero ya sabes lo contagiosas que resultan ciertas novedades si llegan en el momento oportuno para llenar un hueco. Muy pronto se institucionalizan, sobre todo si el mercado puede sacar provecho económico. Piensa por ejemplo en lo que se generalizaron, en los añorados tiempos de bonanza económica, los convites de celebración de que no hacer la comunión, para no ser menos que los compañeros de clase y, por qué no, para marcar también el rito de paso de edad, sustituyendo a la celebración religiosa.
    En cuanto a la covada, no es el tío materno sino el padre, y es un ritual de los cántabros, seguramente con la misma finalidad que los rituales creadores de lazos alternativos para los progenitores del mismo sexo o para hijos sin vínculo genético, por los que tú preguntas, para establecer la legitimidad del padre.

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